lunes, 28 de diciembre de 2015

el mirador

En una habitación grande y, hoy, desolada. Frente a un ventanal en cinemascope. Es una silla. Una simple silla con muchos años encima. De las de diseño elegante y confortable que no se hacen ya, de madera desgastada.

Y es el punto exacto.

Hay un momento cada mañana, y hay un momento cada atardecer, en que luz y líneas de fuga confluyen en un paisaje como no se da en ningún otro momento y lugar de ninguna otra ciudad.



La habitación ha sido salón de un burdel de lujo y ha sido estudio de arquitectura, restaurante secreto, sastrería de teatro. Y siempre, a lo largo de los años, la silla ha estado en su sitio, el punto exacto. Nadie la ha orientado en otra dirección, nadie la ha movido ni un centímetro.

Y siempre alguien se ha encargado de atender a los escasos visitantes interesados en las vistas.

Lupita la descubrió muy joven, de la mano de su padre, y hoy todavía vuelve, puntual, una vez al año. Fuma un cigarrillo sin apartar los ojos del ventanal y después se marcha, en silencio. 

Hasta el año siguiente.

lunes, 21 de diciembre de 2015

cherry red

Ha pasado el tiempo y ya toca vaciar los armarios, seleccionar qué se tira y qué se hace con lo que no: las horas se van en pasear por la casa entre los recuerdos que acechan en cada rincón.

En el altillo de la que fue su habitación, Lupita ha encontrado en una caja un vaquero desgastado que no podría ponerse hoy sin reventar las costuras, y ha encontrado unas fotos desenfocadas de su primer viaje a Londres, y un puñadito de púas de guitarra, y una camiseta casi andrajosa de Kortatu. Y se ha quedado un buen rato ahí sentada, mirándolo todo con una media sonrisa congelada en los labios, entre el vértigo y la ternura.



Y lo ha decidido de golpe: de este año no pasa que se compre unas doctor martens de color rojo, se lo debe a esa chavala de pelo mal cortado que la mira desde las fotos, con su boca grande y sus ojos de mapache. Las que no pudo traerse de su primer viaje a Londres, porque el dinero era el que era y había tantos discos que comprar. Las que nunca se animó luego a regalarse, porque había siempre otras cosas, y lo primero es lo primero. 

Porque ya es hora.

lunes, 14 de diciembre de 2015

winter

En la ventana se ve ya luz, el ascensor lleva rato arriba y abajo y los vecinos se han puesto zapatos de tacón para ir y venir por la casa, pero Lupita se resiste a salir de la cama. Su gato Gato la mira desde el otro lado de la almohada y parece de acuerdo con ella, porque vuelve a cerrar los ojos sin hacer amago de moverse. 



Esconde la cabeza entre las sábanas, se hace un ovillo y se deja arrastrar otra vez por ese sueño invernal, pesado y dulzón, que no la abandonará ya hasta bien entrada la primavera.


lunes, 7 de diciembre de 2015

lost

Ya no recuerda cuándo se dio cuenta de los cambios, de la misma forma que no está segura ya de cómo eran las cosas antes de ese primer viaje en el tiempo. Cada vez que la Máquina funciona, se genera una infinidad de cambios potenciales que se enredan en una maraña de causas y efectos imposible de cartografiar, de manera que el mundo siempre es otro cuando el crononauta llega a destino. Y, lo peor, lo más turbador: es también otro el mundo, el "presente", al que regresa. Cada viajero del tiempo está condenado a vivir en una sucesión de realidades ligeramente diferentes de la suya, como fotocopias movidas, fotografías en las que el color ha virado. 



Así que Lupita pasa cada vez más tiempo sola. Siente que su percepción de la realidad, de las cosas que la rodean, está pixelada. Y ya no recuerda, no está segura de recordar, cómo empezó todo, cómo era su mundo. Sentada en la balconada, tomando café caliente, contempla los dirigibles que sobrevuelan la ciudad e intenta recordar, rescatar imágenes que no acaban de cuajar y se difuminan antes de adquirir nitidez.

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