lunes, 30 de noviembre de 2015

... y las plantas, sin regar

Es la secuencia habitual: Lupita sale del baño, por ejemplo, a buscar una bolsa, pasa por la puerta de la cocina y ve que está la luz encendida, entra, ve las zanahorias en la mesa, hay que guardarlas en el frigorífico; comprueba cuánto le queda a la lavadora y vuelve al baño sin la bolsa, sale otra vez a por ella,  pero la puerta del balcón está abierta, así que va a por la regadera y se acerca otra vez a la cocina para llenarla de agua ¿Cuándo ha guardado las zanahorias? De vuelta a la terraza pasa con la regadera por delante de la puerta del baño y ve que la luz está encendida, así que entra, se queda quieta un momento... ¿dónde ha dejado la bolsa?



Y así todo.

lunes, 23 de noviembre de 2015

con

A Lupita le gusta cortar la cebolla en juliana, muy finita, y añadir unos ajetes tiernos y un puerro bien picado, rendirlo todo a fuego bajo mientras corta las patatas. Las echa entonces, y deja que todo se vaya friendo despacio, lo remueve de cuando en cuando y aprovecha, mientras tanto, para batir los huevos.

Una vez están las patatas tiernas, lo retira todo del fuego y lo echa en el huevo batido. Aprovecha para picar cebollino fresco: le encanta el aroma. Lo mezcla todo y deja que se esponje. Lo vierte entonces en la sartén pequeña, que previamente ha puesto en el fuego con una pizca de aceite. Lo demás ya es dejar que vaya cuajando y darle la vuelta con el plato y buen pulso, pinchar la tortilla con un tenedor, ver cómo respira, otra vuelta y ya.



Dejar que se enfríe, comer luego con pan crujiente y un poco de vino tinto. No hay nada mejor.

lunes, 16 de noviembre de 2015

azul y blanco

Lupita está sentada tomando un café. Mira al exterior por el ventanal. Fuera hay árboles, un banco, gente que pasea. Cae la tarde.

Echa de menos fumar un cigarrillo. Es uno de esos momentos que parecen hechos para ese gesto, liarlo despacio y encenderlo, aspirar la primera calada, cerrar los ojos. Pero también eso ha quedado atrás, como tantas cosas.



Empieza a nevar, lento y blando. Con los primeros copos, sonríe.

lunes, 9 de noviembre de 2015

the girls are all right

Hedy Lamarr se ocupó de idear el equipamiento tecnológico, una maravillosa mezcolanza de distintas épocas con un elegante acabado steampunk de ribetes modernistas. Valentina Tereshkova aportó el coraje de quien se ha enfrentado en solitario al horror cósmico, y se hizo cargo de la maquinaria pesada y de toda la ingeniería. Nadia Comaneci, circunspecta y elástica, demostró una eficacia letal en el combate cuerpo a cuerpo. Alicia Liddell fue una excelente guía, gracias a su innata intuición para orientarse en entornos anómalos. Lupita, por su parte, se había encargado de reclutarlas y de motivarlas, y lideró, por supuesto, la expedición definitiva.



En un lugar indefinido, más allá del tiempo y perpendicular a nuestro universo, la Liga de las Mujeres Extraordinarias libra, todavía hoy, una batalla enloquecedora contra fuerzas más allá de nuestra comprensión. 

lunes, 2 de noviembre de 2015

lettera

Cuando empezó a escribir, Lupita utilizaba cualquier cuaderno a medio terminar, cualquier folio suelto. Escribía a mano y apretado, lo hacía en el silencio de su habitación, con el murmullo de fondo de la televisión en el salón. Leía en voz alta cada párrafo, tachaba una línea entera, cambiaba de hoja y volvía a empezar. Bolígrafo negro, bolígrafo azul, desde el principio las veces que hiciera falta y hasta que sonara como tenía que sonar. Entonces, y solo entonces, mecanografiaba el cuento (y aún modificaba sobre la marcha alguna cosa, y ahí sí que lo hacía un poco a lo loco, sintiéndose como un acróbata sin red). Una única copia que luego fotocopiaba para repartir entre sus amigas.


Hoy, después de muchas páginas y un buen puñado de años, echa de menos la ceremonia, aquella concentración que nunca más ha podido recrear. Echa de menos también el ruido de la máquina de escribir, esa campanita al final de cada línea, el sonido industrial de las teclas y el carro. Hoy es ya incapaz de escribir de esa manera: lo hace directamente en la pantalla, documento final. Lo hace de oído, sin apenas modificar nada. Pelea para atrapar en cada párrafo frases que se le escapan como agua entre los dedos, y disfruta sobre todo haciendo hablar a sus personajes como hablan esas chicas a las que escucha en el metro o por la calle, voces vivas, réplicas veloces, chispeantes.

Lee a veces esos viejos cuentos y se sorprende. Cuentos de miedo, novelas que nunca pasaron del primer capítulo. No se reconoce en esos folios, se pregunta qué fue de esa Lupita que escribía en su cuarto, en la cocina, robándole horas al sueño. También a ella la echa de menos. 

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