lunes, 23 de febrero de 2015

películas

He encontrado un viejo álbum de fotos en un contenedor, entre libros despanzurrados y muebles inservibles: mi radar se dispara cuando hay papel náufrago en el entorno, y no puedo evitar mirar y remirar. Eran fotografías viejas, claro, hoy ya nadie las guarda así, ordenadas en cada página como viñetas de colores saturados, o de ese blanco y negro doméstico tan alejado del dramático de los reportajes de interés social. Algunas de ellas parecen planos descartados de una película antigua, con actores desconocidos en actitud casual y relajada, como esperando entre secuencias; charlando entre sí, fumando, intercambiando sonrisas o gestos cómplices. 


En dos de las fotos aparece una chica muy joven, justo en esa frontera frágil en que las formas se redondean y la mirada se enciende. Una chica de flequillo desordenado y ojos grandes que me recuerda tanto a Lupita. Sonríe con unos labios muy rojos, de ese rojo en technicolor que ya no se ve, y ahora no dejo de mirarla y preguntarme qué habrá sido de ella, quién fue, cómo le ha ido en la vida. 

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