lunes, 28 de julio de 2014

santoral

Lupita creció pegada a la televisión, primero con series y dibujos animados y esas películas de miedo que tenía que ver a escondidas desde el pasillo sin que sus padres se dieran cuenta, y luego con el VHS y todo lo que vino después. 

Soñó con ser Miércoles Addams y soñó también con ser Ripley, maravillosa Sigourney en bragas, acechada y acechante. Le maravilló Katherine Hepburn en Historias de Filadelfia y en La fiera de mi niña, y cuando aparecía Lauren Bacall no podía apartar la mirada de la pantalla. (A la Hepburn de Desayuno con diamantes la hubiera abofeteado, en cambio. Y no porque la hiciera llorar siempre que veía la película, o no solamente, aunque seguro que algo hay de eso.) 

Por supuesto, se enamoró de la princesa y senadora Leia Organa: nadie ha tenido más carisma que Carrie Fisher con el camisón blanco, el peinado de doble ensaimada y una pistola de rayos en la mano, y cuando la vio vestida de princesa de Barsoom a los pies de Jabba no hubo ya marcha atrás. En cambio Amidala no, Amidala era una sosa de mucho cuidado, y Natalie Portman donde está bien es en León, el profesional, y en Beautiful girls; ahí sí.

Soñó también con ser Buffy, aunque a ella quien de verdad le gustaba era Willow, con esa carita de no haber roto un plato. Y se imaginó muchas veces como compañera del Doctor, viajando a bordo de esa cabina azul más grande por dentro que por fuera, pero no una compañera cualquiera, ojo: Lupita quien quiere ser es Rose, y ahí no hay discusión que valga.


Pero con el tiempo se ha dado cuenta de que la película que más le gusta, la que vuelve a ver cada año como un ritual, es justo una sin papel para ella. En 2001 no hay mujeres. Es decir, sí, esas azafatas que atrapan bolígrafos vagabundos en gravedad cero, tan pulcras. Pero no hay mujeres astronauta, y Lupita no se lo perdona a Clarke y Kubrick, y se sueña a menudo dentro de la película, otro 2001 es posible: su mano acercándose a la superficie lisa del monolito, el silencio sinfónico del espacio exterior resonando en sus oídos, su percepción desplegándose en cuatro dimensiones, Lupita precipitándose, cayendo, huyendo por el agujero de gusano hasta más allá de las estrellas...

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