lunes, 28 de octubre de 2013

secret origin

Cuando su madre la llevó a uno de esos sitios en los que enseñan a las niñas a maquillarse y a peinarse y a caminar como señoritas, uno de esos sitios donde las disfrazan de princesa y las transforman en muñecas de caramelo y algodón de azúcar, la pequeña Lupita, que no levantaba dos palmos del suelo y tenía los ojos negros como el fin del mundo, pidió ser la Princesa Ninja.



Ya luego vino todo rodado, claro...

lunes, 21 de octubre de 2013

los días...

Lupita sale cada mañana al balcón nada más levantarse, para disfrutar del aire limpio de primera hora y para mirar a una jovencita que suele balancear su frescura y sus caderas a esas horas, camino del metro. Después, una ducha rápida, abrir de par en par todas las ventanas y a la calle.

Hojea el periódico en una cafetería, mientras desayuna despacio: cruasanes tiernos, café con leche. Hace tiempo y pereza hasta que ve pasar a dos mujeres ya muy mayores, casi idénticas. Dos hermanas, solteronas de las de antes y quizá gemelas, que pasean a un perro de lanas peinado con la raya en medio y a las que, para sí, llama Flora y Fauna, como las siamesas de las películas de los Addams.


Luego ya la mañana se adentra en rutinas menos gratas: compra, cocina, colada... marchar al trabajo y hasta la vuelta, ya de noche. Una copa de vino frío en el balcón, un cigarrillo, dejar que el día muera... dejar pasar el tiempo...

lunes, 14 de octubre de 2013

octubre

Las primeras lluvias del otoño provocan siempre cierta sensación de euforia, después de un agosto sofocante y un septiembre demasiado largo, demasiado cálido. El olor del césped húmedo, el frescor en el aire...



A Lupita toda esa euforia se le pasa de golpe cuando pisa el primer charco cenagoso y el agua sucia le salpica hasta medio muslo... A partir de entonces, ya todo es esperar a que vuelva el puto sol.

lunes, 7 de octubre de 2013

music for girls

El sol no abrasa ya la calle. Cae la noche, azul y lenta.

Lupita y su café: negro y con mucha azúcar.

Cierra el libro. Duda, como siempre, si es así como se debe leer la poesía: de corrido y sin pararse a respirar, de la página uno a la página cien... como quien escucha un elepé del tirón.


Le hace una seña al camarero, pero no pide el cuarto café: para planear una venganza, es mejor un aguardiente frío y transparente.

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