Lupita no ha olvidado su primer paseo espacial, la primera vez que se aventuró fuera del vehículo: la extraña sensación de caída cierta y en suspenso, de estar cabeza abajo y amagar una pirueta que le devuelva al mundo su norte y su sur. Y esa abrumadora soledad, la negrura perfecta alrededor, el miedo atávico a desaparecer.
Lo recuerda ahora, atrapada en su burbuja de tiempo demorado, en órbita alrededor de la estrella de neutrones, y recuerda también el escalofrío de ver la Tierra ahí, brillante, llenando de repente su campo de visión, el chisporroteo en el intercomunicador, los primeros compases de la canción que ella misma eligió mientras se preparaba para salir.
Lo recuerda todo ahora y tararea, mientras contempla el eterno infierno azul.