lunes, 11 de noviembre de 2013

Pitágoras

Nos separamos de golpe los tres, como hojas llevadas por el viento. Ese mismo viento de noviembre que nos gustaba sentir en la cara mientras fumábamos y hablábamos y jugábamos a combinar tres ángulos de todas las maneras posibles casi sin darnos cuenta, como los niños juegan: poniendo en ello toda la piel y todo el alma.



Hoy todavía veo de cuando en cuando a Álvaro, que era el ángulo A. Hablamos entonces de naderías y nos cuesta mirarnos a los ojos. De alguna manera, creo que lo que sentimos es vergüenza, un pudor raro y no sé si pueril que Lupita (el ángulo L) detestaría si estuviera aquí.

De ella no hablamos nunca, aunque, eso sí, está presente siempre... Durante mucho tiempo, todo giró en torno suyo: nosotros primero, en órbita rasante, y el mundo entero después. De algún modo, todavía hoy es así, pero ahora escondemos las manos en los bolsillos y forzamos un silencio que nos quema la garganta, miramos a otro lado, fingimos una prisa ridícula y nos alejamos en trayectorias opuestas sin nombrarla.

Estés donde estés, espero que nadie más te decepcione como nosotros lo hicimos, Lupita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores