sábado, 28 de enero de 2012

godard

A Lupita le gustan las medias de colores.Las guarda en un cajón grande, amontonadas: verdes y rojas, azules, con franjas o lunares, lisas y estampadas, de lana, de algodón o lycra, de seda, hasta medio muslo o enteras... Puede tardar una hora en elegir cuáles ponerse, qué combina mejor con la minifalda negra y con esas Dr Martens floreadas, o con el color del pintalabios.



 Guarda también ahí, entre las medias, en una cajita lacada de color rosa Hello Kitty, la pistola: negra y compacta como un aerolito.

miércoles, 25 de enero de 2012

marte rojo

En su paréntesis de tiempo elástico en la órbita de la estrella de neutrones, Lupita recuerda las primeras etapas del viaje: la línea curva del casco en Cabo Cañaveral, la trepidación del despegue, el fulgor de fuego helado de su primer amanecer en el espacio, de camino a la Base Lunar. 

Recuerda también los largos meses marcianos y la sensación del polvo rojo entre los dedos a todas horas. Y recuerda como si fuera ayer mismo su viaje al volcán Olimpo a bordo de un dirigible frágil como el papel, el paisaje rocoso y fracturado, el cielo rosado... Las arenas de Marte, el frío, el recuerdo imaginario de un Barsoom que nunca existió... y el espejismo fugaz de una ciudad esmeralda al filo del horizonte a la que nunca llegó a viajar.



En ese momento infinito en torno al infierno azul, Lupita sueña con princesas de cabello negro y boca roja, con guerreros de cuatro brazos, con espadas y corazas.

miércoles, 18 de enero de 2012

el círculo polar

Lupita en vespa, recorriendo las calles viejas de la ciudad y buscando el sol. En silencio y sonriente, el casco a juego con las botas altas, tarareando para sí una canción que recuerda siempre más alegre de lo que es. Despreocupada, feliz; como Nanni Moretti en esa película...



Se para cuando llega al paseo marítimo. Se quita el casco y respira hondo, sonríe. Mira el reloj: el mundo se tendría que acabar ahora mismo, piensa. Justo ahora. Puntual como un reloj.

martes, 10 de enero de 2012

wave

El olor del café lo va a asociar Lupita siempre a su infancia, a las tardes de domingo en casa. Su madre solía tomar tanques de café de puchero, negro y fragante, mientras dejaba pasar el tiempo fumando, leyendo, escuchando música lánguida. Lupita recuerda la textura arenosa del sonido: vinilos muy usados y un tocadiscos con mucha mili. Recuerda esas tardes largas de domingo, sentada al lado de su madre en el sofá para dos, arrebujadas en una manta de cuadros rojos y negros y viendo llover al otro lado del ventanal. 


Nunca han sido tan largas como entonces sus tardes de domingo... y no ha vuelto a disfrutar nunca tanto de ellas. 

jueves, 5 de enero de 2012

X

El profesor Xavier, hijo de charnegos y nacido Carlos Javier Tiemblo, había dedicado buena parte de su vida a la veterinaria. Cuando ya enfilaba los cincuenta largos y tras una experiencia reveladora de la que nunca quiso hablar y que tuvo lugar durante un prolongado viaje de recreo por la Patagonia, el único que se permitió en su vida, abrió una llamada Academia de Jóvenes Talentos a espaldas del Liceo, en la zona más bulliciosa y viva de Barcelona. En ella acogió, en régimen de internado, a alumnos que tenían difícil encaje en otros centros: el local ocupaba una planta entera en un viejo edificio de escaleras de madera en el que no había ni una sola línea recta, ni un ángulo de noventa grados, ni un rincón que no oliera a pis de gato.



A los pocos meses de ingresar, Lupita dejó de sangrar por las manos y los pies y empezó a hacerlo por donde la edad y las hormonas dictaban. Ese mismo día, en Barcelona nevó una rara pelusa viscosa. A partir de ese momento, todo cambió para ella y para el profesor Xavier, que vio cómo sus sueños se hacían realidad.

miércoles, 4 de enero de 2012

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