lunes, 9 de julio de 2012

SN


 La primera vez fue por trabajo. Siempre, después de cada encargo, procura ocultarse en la multitud, y pasear esa tarde entre tanta gente le pareció la opción lógica. Entró en una pequeña carpa y se sentó a escuchar a una mujer de rostro luminoso y cabellos blancos, una escritora de voz cálida que hablaba de una literatura atroz y bellísima, con la que coincidió esa misma noche en un restaurante. Le agradó la atmósfera de actividad febril que saturaba el ambiente, la sensación de que siempre esté ocurriendo algo, y no pudo dejar de apreciar la ironía de esconderse a la vista de todos y en un festival dedicado a lo criminal.


Desde entonces, Lupita ha vuelto cada año sin faltar uno. Le gusta caminar contemplando la playa, le gusta el aroma ácido de las tabernas donde la sidra salpica el suelo gastado, le gustan los cielos grises y el habla cantarina de los asturianos.

Le gusta también mezclarse, saberse sola entre una multitud ruidosa, ella que conoce cien formas silenciosas de matar.

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