lunes, 23 de abril de 2012

invisible

Descubrió que le gustaban las otras chicas cuando todavía no tenía que llevar sostén, y se sintió rara como un ciempiés. Rara, frágil y muy fea. Durante mucho tiempo se escondió de sí misma, miró para otro lado, jugó a ser otra. Se hizo invisible.

Cuando conoció a Lupita se mordía las uñas hasta la raíz y vestía como un deshollinador. Fueron meses vertiginosos, cada mañana venía con una avalancha de dudas y cada noche se iba a dormir con un incendio en la garganta. Rió y lloró como nunca había hecho, gozó de cada minuto del día y de cada centímetro de su piel. Cambió, creció: un año después, cuando Lupita se marchó, nadie la hubiera reconocido de cruzarse con ella por la calle...



Hoy no es ya invisible: viste de rojo, de naranja y de blanco, y brilla como un relámpago. Se ha cortado el pelo muy corto y camina siempre por la acera de sol. Y no ha vuelto a esconder la mirada... Ya no.


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